
Madrilear
–…y, al imprimirlas, vi que eran entradas para la función equivocada –concluyó, con una sonrisa risueña, con su voz acogedora.
Me saltó la alarma. Aquella voz radiante de felicidad era una de esas voces de las que te enamoras sin darte cuenta. Debía tener más cuidado. Debí tener más cuidado. Pero nunca ha ido conmigo el hacer las cosas con precaución. Debí mirarla como se mira una piedra cualquiera de la calle o al vecino del quinto. La alarma sigue sonando a día de hoy, incluso en mis recuerdos, cuando bajo la persiana y los párpados y aparece ella flotando en mis sueños.
Es la mejor sonrisa de la vida. Como la paz de un único beso. Igual que estar a tu aire y que el aire te pose una mariposa de color esperanza en la mano o el papel. Recuerdo el sueño aquel y nuestra conversación para nada cruel, mis palabras deseando amar su piel y el tono de su voz tan tierna como la miel…
Ojalá viniera para sorprenderme. Ojalá me buscara, aunque fuera para cruzarme la cara de un tortazo, por descarada. Ojalá me permitiera mirarle a los ojos en vez de verla en la vida pasar. Ojalá… como el restaurante de Madrid.
© Sara Levesque 2020
Ingeniosa.
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¡Gracias!
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😉
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